Metafísica Platónica y la Distinción Fundamental entre lo Sensible y lo Inteligible
El núcleo del pensamiento platónico aborda un desafío filosófico ancestral, que se remonta a la tesis de Heráclito: la desconfianza hacia la posibilidad de una realidad verdadera y estable en el ámbito del cambio permanente y del devenir.
Este prejuicio inicial establece que aquello que está intrínsecamente ligado al tiempo, a la generación y a la corrupción —la realidad "material"— carece de un ser auténtico.
Para resolver este problema, Platón construye un sistema cosmológico donde las formas inteligibles, (las "ideas"), son postuladas como las entidades metafísicas primarias e indispensables. Su función es servir de fundamento ontológico y epistemológico para el mundo que percibimos a través de los sentidos, argumenta que el tiempo está inseparablemente asociado al cambio y, por definición, no puede afectar a las realidades que son eternas. Por ende, la realidad verdadera (el ser) debe residir exclusivamente en el ámbito de lo inmutable, lo que no cambia.
Esta necesidad lógica y gnoseológica lleva a la tesis central de Platón: la postulación de la "existencia de un mundo separado", un dominio que existe al margen del espacio y el tiempo sensible, constituido enteramente por estas realidades perfectas e inmutables.
Esta formulación obliga a establecer una distinción ontológica crucial en el pensamiento platónico: por un lado, está "lo que es siempre y no se genera" (el mundo inteligible), que es el principio como objeto del conocimiento verdadero; y por otro, "lo que se genera siempre y nunca es" (el devenir, o mundo sensible), que es objeto de la mera opinión (doxa).
El devenir, tal como lo concibe Platón, es aquello que se está generando constantemente. Es el ámbito de lo visible y tangible porque necesariamente posee un cuerpo. Sin embargo, el devenir, en su estado inherente y por sí solo, representa una fuerza de desorden e indeterminación, y es esta característica la que lo distingue radicalmente del orden, la perfección y la fijeza del mundo inteligible.
Las formas inteligibles son definidas como entidades inmutables, universales y eternas. Son, por excelencia, los objetos del conocimiento (episteme) y el discurso verdaderos. En contraste, las cosas sensibles son concebidas como meras copias (mimēsis) de estas formas. Su existencia y sus cualidades dependen de que participan (methexis) de ellas. Las formas inteligibles actúan como sus modelos (paradeigmata), y es esta relación de participación lo que explica la existencia de la semejanza, la uniformidad y la estructura entre las múltiples copias que observamos en el mundo físico.
No obstante, la noción de semejanza, implica simultáneamente identidad (en tanto se asemejan al modelo) y diferencia (en tanto son copias imperfectas). Esta dualidad introduce la necesidad de un tercer principio: el "medio espacial" (khora) que es aquello de lo que se componen las cosas sensibles y, crucialmente, el receptáculo o "lugar en donde" aparecen y de donde desaparecen. También se le otorga el rango de principio fundamental.
Aunque las formas inteligibles y el medio espacial son principios constitutivos del cosmos, difieren de manera fundamental:
Las formas inteligibles (SER) son eternamente idénticas y estables; no devienen y, por su naturaleza puramente abstracta, no se hallan emplazadas en el medio espacial.
Las cosas sensibles (DEVENIR) son imágenes distintas, múltiples y cambiantes que existen necesariamente en el medio espacial y están sujetas a él.
Para una cosa sensible, el concepto de "nacer" se define como su entrada en el medio espacial, y "morir" como su salida o disolución fuera de él. El cambio (metabolē) que afecta a estas cosas, a pesar de la inherente desorganización del devenir, sigue un orden y una regularidad que solo puede ser aprehendido y expresado a través de las matemáticas.
Finalmente, el ser humano, como ser pensante, está dotado de dos facultades cognitivas distintas que le permiten acceder a estos dos niveles distintos de la realidad:
El nivel sensible, percibido a través de los sentidos y que genera la opinión (doxa).
El nivel inteligible, accesible solo a través de la razón (nous) y que conduce a la inteligencia y el conocimiento verdadero (episteme).
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